El Vaticano sólo ha suscrito 10 de las 103 Convenciones Internacionales de Derechos Humanos (al año 2006.)
Esta es una denuncia del año 2006 pero que vale la pena rescatar para refrescar memorias.
Fuente: http://www.argenpress.info/nota.asp?num=031351
La diputada de Izquierda Unida, Isaura Navarro, ha recordado que “de las 103 convenciones internaciones el Vaticano sólo ha suscrito 10 y no ha firmado contra los crímenes de guerra, contra la humanidad y contra el apartheid”
Por ello, IU ha pedido al gobierno central que, aprovechando la inminente visita a España del Papa Benedicto XVI, “Zapatero recrimine a Ratzinger la falta de compromiso del Vaticano con los Derechos Humanos”.
Navarro explica que “existen 103 convenciones internacionales que reconocen y amparan los Derechos Humanos, de las cuales el Estado Vaticano solamente ha suscrito 10, lo que sitúa a la Santa Sede en los últimos lugares de la lista de estados por detrás de Ruanda”.
“Es imprescindible que el gobierno central -prosigue Navarro- exija a Ratzinger que firme las convenciones contra los genocidios, los crímenes de guerra, los crímenes contra la humanidad y contra el apartheid. Así como aquellos que se refieren a la supresión de la esclavitud, los trabajos forzados, la tortura y la pena de muerte”.
CONVENIOS NO FIRMADOS POR EL VATICANO
Supresión de la discriminación basada en la sexualidad,
Supresión de la discriminación basada en la enseñanza,
Supresión de la discriminación basada en el empleo,
Supresión de la discriminación basada en la profesión,
Protección de los pueblos indígenas,
Protección de los derechos de los trabajadores,
Protección de los derechos de las mujeres,
Contra los genocidios,
Contra los crímenes de guerra,
Contra los crímenes contra la humanidad,
Contra el apartheid,
Por la supresión de la esclavitud,
Por la supresión de los trabajos forzados,
Por la supresión de la tortura,
Por la supresión de la pena de muerte
"Los Derechos Humanos son una cojudez"
Cardenal Cipriani (Perú)
Corriente Somos Igñrdos
Martes 22 de diciembre de 2009, por Foro Diamantino
El pasado 10 de diciembre se celebró un nuevo aniversario de la proclamación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Cuando se consolidó en España la Corriente Somos Iglesia, hace ya trece años, se redactó un manifiesto de diez puntos basado en el documento original del movimiento Somos Iglesia y ampliado en algunos aspectos. El título de este manifiesto es “Por una Iglesia consecuente con la defensa de los Derechos Humanos” (puede leerse en www.somosiglesia.net) y en el primer párrafo dice lo siguiente: “Desde la Fe en el Evangelio trabajamos cada día para que nuestra Iglesia se entregue plenamente a la defensa de la dignidad humana, pero en ella todavía existen instituciones, normas y comportamientos que contradicen tal compromiso”
Resulta increíble que el Estado Vaticano aún no haya firmado la Declaración Universal de Derechos Humanos desde que se adoptó y proclamó el 10 de diciembre de 1.948 en la Asamblea General de Naciones Unidas.
No se puede oponer por parte del Estado Vaticano, que no es miembro de pleno derecho, pues sí que ha suscrito otros convenios como la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas, la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados, la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados, la Convención sobre los Derechos del Niño, la Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes, la Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial, la Convención para la protección de los bienes culturales en caso de conflicto armado, el Convenio de París para la Protección de la Propiedad Industrial, el Tratado sobre la no proliferación de las armas nucleares y los principales tratados de desarme y los Convenios de Ginebra.
Que el Estado Vaticano no haya suscrito la Declaración no es una cuestión baladí pues el artículo 1 de la misma indica: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.” Si el Estado Vaticano firmase, debería inmediatamente acabar, entre otras cosas, con la discriminación milenaria a la que ha sometido a las mujeres, y debería acabar también con la estructura no democrática que ha mantenido durante siglos.
Es indudable que el siglo XX y los años que llevamos del XXI han mostrado como “signos de los tiempos” la incorporación de la mujer en igualdad de derechos a todos los aspectos de la vida social y política, la democracia como mejor sistema de gobierno de los países e instituciones, la libertad de expresión, el diálogo intercultural e interreligioso o la no discriminación por la orientación sexual. Son metas y objetivos deseables que la Iglesia acepta e incluso demanda para otros pero no vive dentro de ella.
Nos avergonzamos profundamente de que el artículo 1 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos sea más cristiano que la Iglesia a la que pertenecemos, pues lo que se propugna en él es la dignidad humana y el amor fraterno. El cristianismo no puede alejarse de la realidad de cada momento histórico y mantenerse anclado en una organización de otras épocas. Está en juego la credibilidad de una Iglesia que exige hacia afuera lo que ella misma no cumple con sus miembros.
El Concilio Vaticano II generó muchas expectativas sobre la renovación de la Iglesia, se abrieron puertas a una mayor colegialidad, a la participación de los laicos y a una apertura más amplia de la Iglesia hacia el mundo. ¡Cuántos grupos y comunidades de la Iglesia Católica viven su fe alentados por esa eclesiología que se ha ido desarrollando a partir del Concilio!
Sin embargo estos avances no se están traduciendo en cambios de fondo institucionales o del Magisterio de la Iglesia, por ello pedimos que el Estado Vaticano firme la Declaración Universal de los Derechos Humanos y que la Iglesia Católica actúe en consecuencia tanto en su estructura interna como en su compromiso en contra de la injusticia y a favor de la dignidad humana.
Corriente Somos Iglesia, diciembre de 2009
En lista de derechos humanos se registra el Vaticano por falta de protección a la niñez
Por Carol Glatz
Catholic News Service
CIUDAD DEL VATICANO (CNS) -? Amnistía Internacional registró al Vaticano en su informe anual de preocupaciones sobre derechos humanos por no haber cumplido suficientemente con el mandato internacional de protección de menores en contra de abuso.
Esto señala por primera vez que el Vaticano se ha incluido en el Informe Anual del grupo sobre el estado de derechos humanos alrededor del mundo. En el Informe Anual de 2011 se abarcó el estudio de derechos humanos en 157 países, en donde se buscó principalmente descubrir abusos contra derechos y restricciones y fallas de aplicación de los acuerdos internacionales sobre derechos.
En el informe, dado a conocer el 13 de mayo, se decía: La Santa Sede no hizo lo suficiente para cumplir sus obligaciones internacionales relacionadas con la protección de menores, específicamente abusos sexuales.
El Vaticano es parte de la Convención de las Naciones Unidas sobre derechos de menores.
En el artículo 19 de la convención se afirma que los estados participantes tomarán todas las medidas apropiadas de tipo legislativo, administrativo, social y de educación para protección de menores de toda forma de violencia física o mental, daño o abuso, descuido o trato negligente, maltrato o explotación, incluyendo abuso sexual.
En el artículo también se dice que se deben aplicar medidas para ayuda de prevención, información e investigación de abusos como también cuidado de víctimas y, como sea apropiado, la colaboración del sistema de juzgados seculares.
En el informe de Amnistía Internacional se decía: El aumento de evidencia de abuso sexual en contra de menores cometido por algunos miembros de la clerecía durante las pasadas décadas, y falla continua por parte de la Iglesia Católica para avocarse a esos delitos en debida forma, continúa emergiendo en varios países.
En el informe se reconocen los esfuerzos del papa Benedicto XVI para combatir los abusos en contra de menores cometidos por algunos clérigos, y su llamado para activar programas de una mejor prevención, una mejor selección de candidatos al sacerdocio y justos castigos, como la remoción de abusadores del ministerio.
EL LADO OSCURO DEL VATICANO
POR CAROLINA FERNANDEZ
Siempre he pensado que la Iglesia tenía un cierto gusto por lo tenebroso, o un mal gusto, matizo. Lo vamos a ver un año más en las multitudinarias procesiones de Semana Santa, que están otra vez a la vuelta de la esquina. Siempre me ha llamado la atención con qué regocijo salen a la calle esos feligreses encapuchados portando al hombro pesadísimas figuras sangrantes, con los ojos desencajados por las torturas y el padecimiento físico. Esa forma enfermiza de recrearse en el dolor me parece, además de muy desagradable, un fenómeno digno de estudio. ¿Por qué tanto empeño en revivir una y otra vez el mismo episodio, regodeándose en el realismo macabro de las escenas? Apostaría a que en un manual de psiquiatría encontraríamos un nombre que definiera esa patología del gusto por el sufrimiento. En cualquier caso, resulta casi obsceno para aquellos a los que la tradición nos resbala por la pernera, y asistimos atónitos, cada año, al espectáculo dantesco de la Semana Santa.
Hallábame yo en estas reflexiones cuando leo, como por casualidad, y con la boca abierta hasta el suelo, que la Santa Sede no ha firmado la inmensa mayoría de las convenciones internacionales sobre derechos humanos que tiene en su carpeta las Naciones Unidas. Es decir, de ciento y pocas, la curia habrá estampado su sello en una decena, no más. Semejante pereza para la rúbrica resulta, como poco, chocante, con una institución que se llena la boca con el "amaos los unos a los otros". Y no es que los papeles de las Naciones Unidas tengan un clarísimo valor práctico, pero qué quieren, servidora no puede evitar mirar de reojo a un estado que no ratifica las convenciones que se han firmado sobre los genocidios, crímenes de guerra, crímenes contra la humanidad o el apartheid. Ni tampoco las que tratan sobre la supresión de la esclavitud, los trabajos forzados, la tortura y la pena de muerte. Y siguiendo la lista de florituras, añadiremos que no encontraremos al estado Vaticano en la lista de los defensores de los derechos de los trabajadores, las mujeres, defensa de la familia y el matrimonio (sorpresa, sí, familia y matrimonio); y para completar la enumeración de no-apoyos, añadiremos las no ratificadas convenciones sobre la supresión de la discriminación basada en la sexualidad, la enseñanza, el empleo y la profesión.
Después de estas líneas, una se hace cruces tratando de imaginar qué estado será ése tan bárbaro, incivilizado, oscuro y terrorífico, capaz de ostentar semejante currículum. Porque apoyar y firmar supone un gesto, al menos, simbólico y de buena voluntad, y de gestos simbólicos y buenas voluntades la Iglesia sabe un rato. Otra cosa son los hechos.
Esta información está extractada de una interesante ponencia de A. G. Movellán (autor por cierto del libro "La Iglesia católica y otras religiones en la España de hoy") que aunque tiene año y medio de antigüedad, la doy por actual, dado que a mis oídos no ha llegado que en los últimos meses la Santa Sede se haya despiporrado firmando tratados a diestro y siniestro -calculo yo una media de cinco convenciones mensuales para ponerse al día con los países punteros en la defensa teórica de los derechos humanos-. Bastante tienen con apuntalar al santo padre para que no se desplome y deje a la institución huérfana antes de que se haya rifado su puesto y todo quede atado y bien atado.
Pues bien, esta sequía de ratificaciones es la manera de evitar el compromiso público y coloca a la Santa Sede a la cola de los estados defensores de los derechos humanos, por detrás por ejemplo de Ruanda. Y cierro la boca no porque se me acabe el asombro, sino porque se me seca la garganta.
Al hilo de estas reflexiones no puede una evitar acordarse de los escándalos de abuso sexual, las condenas por pederastia, los casos de violaciones de religiosas, repetidas y concienzudamente encubiertas, y otros episodios algo más alejados en el tiempo, pero igualmente cercanos en la memoria, como el estrechamiento de manos a individuos tan amantes de la raza humana como Pinochet. Luego vienen los arrepentimientos "por las faltas cometidas contra el hombre por los hijos de la Iglesia Católica".
Es sobradamente conocido que el mensaje original que en su día fue la piedra de la Iglesia católica, hace ya tiempo que se extinguió de los pasillos vaticanos. Su rastro sólo se puede encontrar en algunas actitudes personales, alejadas de Roma y cercanas a lugares de los que diríamos que están "dejados de la mano de Dios". Y suele coincidir que además de pelearse con toda suerte de avatares que la vida pone por delante, también tienen que torear la oposición, las críticas y el freno de sus propios compañeros de profesión. Qué ironía.
Me pregunto qué diría su Maestro de todo esto.
Nada más que añadir.