En el aniversario de la Gran Revolución obrera

Publicado en por Ivonne Leites. - Atea y sublevada.

En el aniversario de la Gran Revolución obrera
94 AÑOS DE LA REVOLUCIÓN DE OCTUBRE

Por Gonzalo Abella  
PROFESOR, INVESTIGADOR, INTEGRANTE DEL COORDINADOR NACIONAL DE LA ASAMBLEA POPULAR 

EN OCCIDENTE era el 7 de noviembre de 1917, pero el calendario en Rusia dependía de la Iglesia Ortodoxa, y marcaba el 30 de octubre.
El cielo tormentoso anunciaba inexorable la proximidad de un nuevo invierno de hambre y muerte. La guerra mundial seguía haciendo estragos y desnudaba las injusticias sociales. Derribado el “padrecito Zar”, ahora totalmente desprestigiado ante los pueblos que despertaban, ¿qué sería de la “madrecita Rusia”? 30 de octubre, o 7 de noviembre.
La noche anterior, los teatros habían estado llenos de burgueses que seguían su vida ociosa a margen del dolor y la tragedia de las mayorías. Petrogrado, la capital del inmenso imperio devenido Estado en busca de nueva constitución, estaba llena de rumores.
El Gobierno Provisional, heredero del zarismo, había ordenado levantar los puentes que vinculaban a los barrios de Petrogrado con el Centro para evitar movimientos de obreros armados y esta orden se llevaría a cabo a lo largo del día.
En el Smolny, centro de estudios para las señoritas de la nobleza, los bolchevique se habían atrincherado y desde allí hilos invisibles, enlaces silenciosos, salían hacia los barrios y hacia los barcos de la flota tomados por los marineros insurrectos
Ayer era temprano para la insurrección, dijo Lenin, pero mañana puede ser tarde; si levantan los puentes, si nos fragmentan, si vienen tropas del frente a aplastarnos y si acarrean gente para copar los soviets, todo se perderá por mucho tiempo.
Entonces la consigna fue dada. Desde el río Neva el Acorazado Aurora, tomado por los bolcheviques, disparó el cañonazo que era la señal convenida. Y los engranajes del asalto al Palacio de Invierno, a los otros edificios de gobierno y a las oficinas de comunicaciones se pusieron en marcha, sincronizados como lo había previsto el hombre que ya en abril lo había vaticinado
Claro que no fue obra de Lenin en soledad, sino de Lenin y el partido. Los duendes silenciosos, multiplicados, surgidos de la cárcel y de la clandestinidad habían entretejido por décadas las redes necesarias, habían forjado la herramienta política minoritaria que ahora se volvía esperanza y bandera de las mayorías hambrientas pero organizadas.
Lenin fue el jefe del exilio, pero otros y otras eran los artífices adentro del imperio. Ahora la teoría del gigantesco conductor y la práctica de los héroes cotidianos convergían en la fiesta del pueblo asaltando el cielo.
Por eso cuando culminaba aquel 7 de noviembre (que para el pueblo ruso era 30 de octubre), Lenin entró al Congreso de los Soviets que sesionaba atento al eco rítmico de los últimos disparos y anunciaba sencillamente:
La revolución obrera y campesina, de cuya necesidad siempre hemos hablado los bolcheviques, se ha realizado. Comienza hoy una nueva etapa en la inmensa Rusia.
Sí, todo eso pasó hace 94 años.
Hoy otra vez la guerra, la miseria y la desesperanza golpean a la Humanidad. El saqueo ambiental se suma a una situación de horror nunca antes vivida y que nos pone al borde de la extinción. Los pueblos resisten, crean sus organizaciones, algunos estados heroicos se atreven a construir soberanía y dignidad en ruta de colisión contar los amos del mundo. Y la gente rearma sus soviets en España, en Grecia, en México, en las puertas mismas de Wall Street. Pero ¿dónde están los bolcheviques?
Mientras la marea de la resistencia llega a nuestro pequeño rincón sudamericano es bueno pensar en el valor potencial, estratégico, que tiene nuestra pequeña Asamblea Popular, a 94 años del Gran Octubre.

 

 

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