Liquidación de artistas hasta agotar el stock. Putin compra
Boris Kagarlitsky -
Moscow Times, 12 de marzo 2012
Las elecciones presidenciales de Rusia se han convertido en una confrontación en la que las direcciones van perdiendo su base, y la sociedad va entrenando su músculo político. En este drama, el comportamiento de los actores es aún más importante que las numerosas y hasta absurdas violaciones a la ley electoral que empañaron la votación. El primer ministro y ahora presidente electo Vladimir Putin no ofreció ningún programa, ideología o estrategia. La idea principal de su campaña era que la gente debe amar y obedecer a su líder, no importa lo que él haga o diga. Es un llamamiento al pueblo ruso a mostrar un amor irracional a su líder nacional, una suerte alegre sumisión mezclada con el miedo a las incertidumbres que la libertad y la responsabilidad personal traerían.
Miembros prominentes de la "intelectualidad artística" - actores, escritores, músicos, cantantes, bailarines e instructores de circo - expresaron su apoyo público a Putin o a sus "rivales", personas que habían sido escogidos para dar a la farsa de la apariencia de una contienda democrática. Mientras tanto, otros miembros indignados de la intelectualidad acusaron a sus colegas de venderse al poder.
La mayoría de los artistas e intérpretes que expresan su apoyo a Putin, habían recibido numerosas ventajas por parte del gobierno, y no es de extrañar que descarten cualquier cambio en el statu quo. Esto es una reminiscencia la situación de los miembros privilegiados de la intelectualidad artística de la era soviética, los mismos que fueron los primeros en maldecir y poner en ridículo al Estado en el momento en que éste comenzó a tambalearse. De hecho, muchas de las personas que están acusadas de venderse hoy, son los mismos que antes habían sido criticados por ingratitud parte del mismo liderazgo nacional que los apadrinaba.
Desafortunadamente, ambas acusaciones se justifican. El problema no es la posición política que estas personas hayan tomado, sino la forma en que la expresan. La élite intelectual de la década de 1990 no resultaba ser inmoral porque censurase a las autoridades soviéticas, sino por el hecho de que no sentía culpa alguna por aceptar privilegios y actuar como si toda su vida hubiesen estado luchando contra sus patronos gobernantes. Lo que hoy se les echa en cara es que salgan apoyando a unos gobernantes que no ofrecen al país ni principios ni planes de desarrollo ni nada. Tanto en el pasado como en el presente, el problema se refiere a su moral o la falta ella, no a sus opiniones políticas.
Teniendo en cuenta que la mayoría de estas figuras públicas habían estado políticamente inactivas hasta antes de la campaña electoral, es un poco extraño de más verlos de repente convertidos en fervientes partidarios de Putin, sólo unos días antes de la votación. No es raro que las personas artísticamente creativas cambien su punto de vista, o que se abstengan en absoluto de adoptar posición política alguna, pero no hay nada más vergonzoso que el permitir ser utilizado como un peón político mientras siguen sin mantener ninguna convicción firme sobre nada. Las artistas creativos deben mantenerse detrás de sus opciones políticas si las tienen, de lo contrario solo desacreditan su trabajo como artistas.
El renombrado autor de Andrei Sinyavsky se volvió disidente en la década de 1960 diciendo que sus diferencias con el régimen soviético eran puramente estéticas, diferencias por las que fue a la cárcel. Cualquier persona con buen gusto se repugnaría ante la vulgaridad increíble de la campaña electoral de 2012, y los miembros de la comunidad artísticas que tomaron parte en ella se han desacreditado como artistas. Mediante el apoyo a Putin, no sólo se oponen al desarrollo social, sino también a la base moral de su propia profesión. Por su crimen, las musas se segarán a visitarlos en el futuro.
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The Moscow Times
Traducción Fernando Moyano