Uruguay: Trabajadores de Bimbo en conflicto
Subido por PERIODICOLIBERARCE el 20/03/2012
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Año 2008:
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Carta de una madre
En la madrugada del 24 de noviembre del año 1982 nació en el hospital de Clínicas mi hijo, Simón Santana Farías.
Decidimos junto a su padre Ronald llamarlo Simón en homenaje a Simón Riquelo, uno de los niños secuestrados durante la dictadura.
Asistió a la escuela pública 166 del Barrio Obrero de Peñarol y luego al Liceo Nº 9 de Colón. Creció como cualquier otro niño montevideano, con la suerte de haber viajado bastante junto a sus padres y hermano por el interior del país, Brasil y Argentina, debido a la actividad que desarrollaban en un grupo de Teatro de Títeres.
Así, Simón llegó a la adolescencia y realizó cursos de mantenimiento y reparación de computadoras, que luego perfeccionó en Curitiba, Brasil, donde vivimos juntos ese tiempo.
Consiguió su primer empleo, al igual que muchos jóvenes, después de mucho caminar y presentar currículos, en una empresa de servicios como limpia vidrios. Luego de su regreso al “paisito” y trabajar un tiempo en lo mismo, estaba contento por haber ingresado a trabajar en enero de 2008 en la Empresa Bimbo, donde realizaba tareas de limpieza en el Departamento de Sanidad.
Simón era un joven común a quien le gustaba la música (“No te va a gustar” “Bajo Fondo”; “Omar” y “La Bersuit”). No tenía vicios, ni era muy afín a los deportes. Su pasión era la computadora, que el mismo se había armado comprando piezas sueltas y sacando uno que otro crédito. Así vivía pacíficamente, trabajando y entre sus afectos, su sobrino, sus abuelos y primos y siempre que cobraba su sueldo, después de pagar sus cuentas se daba algún gustito con su hermano.
Soñaba con algún día tener una casita, una compañera y formar una familia. Soñaba también con terminar sus estudios para luego seguir la carrera de sociología, materia que le gustaba mucho. Simón era muy observador de las conductas humanas y como cualquier joven uruguayo, tenía esos pequeños grandes sueños. Tenía, porque la tarde del pasado 3 de septiembre cuando estaba realizando una tarea de rutina en la empresa Bimbo, sufrió un accidente que terminó con todos los sueños de sus jóvenes 25 años y con su propia vida.
Quizás Simón sea uno más para las estadísticas de muertes por inseguridad laboral, pero queremos que no quede en el olvido, que su muerte no haya sido en vano y que se cree conciencia entre los propios obreros.
No podemos permitir que para estas grandes transnacionales sigamos siendo mano de obra barata. Para ellas la vida humana parece no tener ningún valor. Aspiramos a que las autoridades pertinentes exijan a estas empresas estrictas medidas de seguridad, que junto a la capacitación disminuya al máximo los riesgos en el trabajo. Es así que exigimos justicia para que no se repitan más este tipo de tragedias.
No tiene que costarles la vida a otros jóvenes para que tomemos conciencia.
No sigamos aceptando condiciones de trabajo semiesclavistas, exijamos dignidad y respeto, somos seres humanos y como tales debemos ser tratados.
No olvidemos a Simón, que dejó su vida en un accidente de trabajo perfectamente evitable.
Alicia Farías Montevideo, noviembre de 2008 |
Simón Santana Farías Víctima de accidente laboral en Bimbo | ![]() |
Carta de indignación
Ahora le tocó a un obrero en España
Extrañando a mi primo Simón, muerto en BIMBO*
Hoy me desperté y como todos los días prendí la tele para ver el noticiero de la mañana. Reconozco que muy seguido me indigno al escuchar noticias, pero esta mañana me superó... Me sentí indignada por algo que me tocaba de cerca.
La noticia decía que en una panificadora de España, un obrero de nacionalidad boliviana que trabajaba en negro había perdido un brazo trabajando y que no le prestaron atención médica en el momento. De hecho, habían tirado su brazo a la basura.
Me indigné, y me dio mucha bronca ver cómo pueden tratar a un ser humano de esa manera. Fue inevitable acordarme de mi tragedia familiar. Pensé que por lo menos seguía vivo, sin un brazo pero con vida...
Hace un poco más de 9 meses, el 3 de septiembre de 2008, mi primo Simón Santana Farías, de 25 años, murió en un accidente laboral en la panificadora Bimbo del Uruguay SA. Ocurrió mientras limpiaba una máquina encendida sin un supervisor a la vista y que carecía de resguardos.
Lo más indignante del asunto es que la fábrica nunca cerró por duelo, sólo lo hizo la misma noche del accidente para colocar el resguardo que faltaba y al otro día arrancar a trabajar nuevamente poniendo a otro empleado en el lugar de mi primo, esta vez con un poquito más de seguridad.
¡Vergonzoso!
Estamos hablando de una transnacional que está consolidando un monopolio entre de las panificadoras del Uruguay, y por lo tanto, imagínense, siendo que en la mayoría de los noticieros hay publicidades de estos productos, trataron la información muy por arriba, diciendo sólo: “Grave accidente en una panificadora”, sin dar muchos detalles, ni siquiera el nombre de mi primo.
A la vez, la empresa decidió promocionar un poco menos sus productos por un tiempo para que la gente (consumidores) no pudieran hacer la relación Bimbo=muerte del obrero... Fue una estrategia de marketing.
En estos momentos mi familia sigue en juicio con la empresa. La panificadora Bimbo ofreció a mi tía la suma de 330 dólares con la cual pretendía saldar las deudas por los salarios impagos, las licencias que a mi primo nunca le dieron, aunque se sabía que su trabajo era insalubre.
Con esa plata pretendían pagar también el daño moral, el daño premuerte y el lucro cesante ocasionados por la muerte.
Mi familia no aceptó esa suma de dinero porque se dejaron de lado un montón de cosas como la fecha en que ingresó a trabajar, cuántas horas trabajaba, la tarea insalubre, etc.
Sin dudas acá no se trata de dinero... porque ni todo el dinero del mundo nos va a devolver a Simón. Es una frase hecha, pero les aseguro que cuando a uno le pasa algo así se tiene un sentimiento muy fuerte: el de no tener al ser querido y sentir que nada, pero nada va a compensar semejante pérdida.
Estaría bueno decir, de una vez por todas: ¡BASTA! Basta de estas transnacionales que no reparan ni un segundo en la integridad física, humana de sus trabajadores.
En esta nota lo único que quiero decir es que, como verán, como yo ví hoy a la mañana en el noticiero, esto pasa en un país chiquitito como el Uruguay, pero también en un país del primer mundo como en España. Las transnacionales se cagan en el trabajador... No importa en qué parte del mundo se encuentren, se basan en emplear a gente joven que rota constantemente y a la que le pagan sueldos bajos, y además no le ofrecen el mínimo de seguridad.
Mi primo era una persona especial. Era introvertido, y le encantaba la música y todo lo que tenía que ver con la computación. Con él pasé hermosos veranos del otro lado del charco, y entre otras muchísimas cosas conocí, por ejemplo, a la banda No te va Gustar cuando acá en Argentina ni siquiera se sabía que existían.
Por las muchas cosas que vivimos en familia, y por esa cercanía que siempre tuvimos aunque nos viéramos cada tanto, esta pérdida duele demasiado.
¡Qué culpa tiene un joven de 25 años!
Es reconfortante, pero también doloroso, saber que ahora hay una persona trabajando en su lugar con la seguridad que él no tuvo. Digo... ¿era necesario llegar a una muerte absolutamente injusta para que cerraran por una noche la fábrica y pusieran una tapa que separa el engranaje del trabajador?
LA MUERTE ME INDIGNA... LA MUERTE POR NEGLIGENCIA DE UNA TRANSNACIONAL... ME DUELE MÁS... ¡¡¡BASTA!!!
SIMÓN: DONDE QUIERA QUE ESTÉS: ¡¡¡GRACIAS POR TANTOS LINDOS MOMENTOS!!!
Fernanda Farías
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