La España laica religiosa
La España laica religiosa, un enunciado tan contradictorio como cierto.
Ya estamos en Semana Santa, más semana que santa, y la España laica y aconfesional hace gala de su religiosidad. Las ciudades se paralizan y las calles se convierten en una manifestación pública de sado-masoquismo, procesiones lo llaman.
España, disfrazada de modernidad pero presa de un conservadurismo asfixiante, mantiene en su código penal los delitos de blasfemia y de atentado al sentimiento religioso, motivo por el cual una manifestación atea ha sido prohibida en Madrid. Esta se considera una provocación; la violencia entre cofradías, devoción.
Nos disponemos a reeditar una orgía de fervor religioso, amparada e impulsada por instituciones públicas, contra la que no cabe protesta sin riesgo de ser perseguido y acusado de violencia contra la libertad religiosa.
La increíble historia de un zombi hijo de una madre imposible sigue imponiéndose a la razón, y gracias que al menos nos hemos librado del luto obligatorio.
Tomado de izaping.com
La Constitución Española de 1978 dice en su artículo 16.3 que "ninguna confesión tendrá carácter estatal. [...]". Sin embargo, parece que RTVE se ha olvidado de este artículo y nos ha programado un especial Semana Santa que incluye:
- Sábado a las 10.00 en La 1, una edición especial del programa ‘En su imagen’, de la RAI italiana, en la que Benedicto XVI responde a cuestiones planteadas por ciudadanos (aquí se llama El Papa Responde).
- El Jueves y Viernes Santo, La 2 ofrece los oficios religiosos y sigue en directo algunas de las procesiones que saldrán a la calle en Granada.
- Los actos concluirán con la Misa de Resurrección, desde Roma, del domingo 24 de abril y la Bendición Urbi et Orbi.
Una televisión pública en un estado aconfesional no debería emitir este tipo de programación. Si la Iglesia Católica quiere llegar a la ciudadanía puede hacerlo a través de sus propios medios, que no son pocos (emisoras de radio, canales TDT, internet...), pero como contribuyente, me niego a que se haga con mis impuestos. Por eso, voy a mandar una queja a la Defensora del Espectador.
Semana Santa o no tanto
La Iglesia católica en España llora todavía la muerte del dictador
Rafael Fernando Navarro | Para Kaos en la Red | 23-4-2011
Muchos tenemos la mitad de nuestras vidas absorbidas por un nacionalcatolicismo en el que nacimos. Es por tanto comprensible que nos cueste romper con aquel seno caliente para instalarnos bajo la indefensión de las estrellas. El miedo a la intemperie, al desnudo, a desprendernos de la seguridad, real para unos, ficticia para otros, nos hace experimentar el escalofrío y el vértigo de la soledad que nos define como seres humanos. La soledad es consustancial a lo que somos como hombres y mujeres.
La guerra civil española fue bendecida como cruzada santa. Una vez terminada, la Iglesia exigió cobrarse la ayuda que había prestado a Franco. Se consumó así la prostitución matrimonial Iglesia-Estado y entre ambos se dividieron el poder. Franco dispondría a su capricho de los cuerpos, encarcelando y matando a todo aquel que se opusiera a su mano férrea y la Iglesia ejercería la dictadura de las conciencias. Ninguna norma saldría a la luz por parte de la jefatura del estado sin ser bendecida con anterioridad por la jerarquía eclesiástica. Cristo vence, Cristo reina, Cristo impera.
La Constitución del 78 define al Estado español como aconfesional. Esta aconfesionalidad no enfrenta al Estado con ninguna confesión religiosa. Más bien significa que debe realizarse al margen de todas ellas, que su legislación es autónoma y reclama para la conciencia ciudadana una capacidad de decisión conforme a las propias vivencias. La aconfesionalidad exige una independencia respecto a todas. Por otra parte las diversas confesiones religiosas, sobre todo la católica por motivos evidentes, debe renunciar al dominio de las conciencias y reconocer de forma gozosa la apertura del hombre al misterio de sí mismo y su decisión de plantearse a Dios como posible dimensión mistérica de la vida y de la muerte.
La Iglesia católica en España llora todavía la muerte del dictador que por razones inconfesables fue su gran valedor y que le dejó a su muerte una herencia económica y humana porque todo estaba atado y bien atado. Con la aprobación de la Constitución los españoles dejamos bien claro sobre la granítica tumba de Cualgamuros que el miedo, y sólo el miedo, nos había mantenido hipócritamente sometidos al poder de un dictador. La Iglesia católica no renunció a la enorme cantidad de dinero que recibía y se resiste con todas sus fuerzas a no ser la inspiradora de las leyes que reconocen los derechos y obligaciones de los ciudadanos.
La aconfesionalidad de un gobierno no debe llevar consigo la prohibición de las manifestaciones religiosas de la semana santa (dejemos al margen el tráfico, el uso de las vías públicas, el mantenimiento del orden y otras cuestiones anejas), pero tampoco la Delegada del Gobierno ni los Tribunales de justicia deben prohibir una manifestación de los que hacen de su vida una opción atea. En un país libre nadie debe darse por ofendido por la libre opción existencial del otro.
En ninguna de esas manifestaciones deberían figurar signos externos de pertenencia a órganos estatales. Ni bandas de música militares, ni guardia civil rindiendo honores, ni legionarios haciendo alarde de músculo y cabra.
Queda mucho por decir. No es posible en un artículo periodístico. Sólo pedir a nuestros gobiernos y a nuestros conciudadanos que tengamos el coraje, después de treinta y tantos años, de cumplir una constitución que proclama nuestra libertad frente a poderes siempre dispuestos a usurparla.
Rafael Fernando Navarro
http://marpalabra.blogspot.com
La guerra civil española fue bendecida como cruzada santa. Una vez terminada, la Iglesia exigió cobrarse la ayuda que había prestado a Franco. Se consumó así la prostitución matrimonial Iglesia-Estado y entre ambos se dividieron el poder. Franco dispondría a su capricho de los cuerpos, encarcelando y matando a todo aquel que se opusiera a su mano férrea y la Iglesia ejercería la dictadura de las conciencias. Ninguna norma saldría a la luz por parte de la jefatura del estado sin ser bendecida con anterioridad por la jerarquía eclesiástica. Cristo vence, Cristo reina, Cristo impera.
La Constitución del 78 define al Estado español como aconfesional. Esta aconfesionalidad no enfrenta al Estado con ninguna confesión religiosa. Más bien significa que debe realizarse al margen de todas ellas, que su legislación es autónoma y reclama para la conciencia ciudadana una capacidad de decisión conforme a las propias vivencias. La aconfesionalidad exige una independencia respecto a todas. Por otra parte las diversas confesiones religiosas, sobre todo la católica por motivos evidentes, debe renunciar al dominio de las conciencias y reconocer de forma gozosa la apertura del hombre al misterio de sí mismo y su decisión de plantearse a Dios como posible dimensión mistérica de la vida y de la muerte.
La Iglesia católica en España llora todavía la muerte del dictador que por razones inconfesables fue su gran valedor y que le dejó a su muerte una herencia económica y humana porque todo estaba atado y bien atado. Con la aprobación de la Constitución los españoles dejamos bien claro sobre la granítica tumba de Cualgamuros que el miedo, y sólo el miedo, nos había mantenido hipócritamente sometidos al poder de un dictador. La Iglesia católica no renunció a la enorme cantidad de dinero que recibía y se resiste con todas sus fuerzas a no ser la inspiradora de las leyes que reconocen los derechos y obligaciones de los ciudadanos.
La aconfesionalidad de un gobierno no debe llevar consigo la prohibición de las manifestaciones religiosas de la semana santa (dejemos al margen el tráfico, el uso de las vías públicas, el mantenimiento del orden y otras cuestiones anejas), pero tampoco la Delegada del Gobierno ni los Tribunales de justicia deben prohibir una manifestación de los que hacen de su vida una opción atea. En un país libre nadie debe darse por ofendido por la libre opción existencial del otro.
En ninguna de esas manifestaciones deberían figurar signos externos de pertenencia a órganos estatales. Ni bandas de música militares, ni guardia civil rindiendo honores, ni legionarios haciendo alarde de músculo y cabra.
Queda mucho por decir. No es posible en un artículo periodístico. Sólo pedir a nuestros gobiernos y a nuestros conciudadanos que tengamos el coraje, después de treinta y tantos años, de cumplir una constitución que proclama nuestra libertad frente a poderes siempre dispuestos a usurparla.
Rafael Fernando Navarro
http://marpalabra.blogspot.com
OLOR A NACIONAL-CATOLICISMO
Estos días festivos de Semana Santa en toda España se puede observar como la aconfesionalidad del estado promulgada en la constitución no deja de ser simple papel mojado. No estoy en contra de las procesiones y demás eventos religiosos, cualquier religión tiene derecho a manifestarse públicamente al igual que cualquier asociación, siempre que informe debidamente a la administración competente, pero no me agradan los diversos actos en que los representantes y símbolos del estado se involucran de forma activa en ellos.
La mixtura estatal y católica en nuestro país no ha desaparecido y la presencia de los representantes públicos en los ritos católicos es una constante durante todo el año en todo el país, que alcanza su cenit en la Semana Santa. En primer lugar, no deja de impactarme el episodio malagueño, donde cada año se indultan a 15 presos por el hecho de que en el año 1759 unos reclusos ayudaran a portar las imágenes de Semana Santa en Málaga y que esto coincidiese con la desaparición de una epidemia que asolaba la ciudad. El que el rey Carlos III lo interpretara como milagro, no es razón para que en la actualidad esta tradición se perpetúe y menos para que la ratifique el propio Juan Carlos I.
También se puede observar como vivimos en un país con vestigios franquistas cuando la Legión Española, y por ende parte de las Fuerzas Armadas, procesionan en la Semana Santa portando al Cristo de la Buena Muerte. Un cuerpo militar creado para la Guerra de Marruecos en 1920 y que todavía torpemente intenta buscar su hueco en un Ejército Profesional donde el ideario que le impregnó José Millán-Astray (aquel que gritó “muera la inteligencia”) no tiene cabida.
Pero esto no acaba en unos funcionarios de prisiones que excarcelan presos, una parte del ejército que va portando cristos, o incluso que el Himno de España sea parte del repertorio musical de las procesiones, sino que corporaciones municipales enteras, alcaldes, y representantes de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado son partícipes de los honores que se rinden a las figuras bíblicas. Ocurriendo esto desde los pequeños municipios a las grades ciudades como Málaga o Zaragoza, como exigen la mayoría de protocolos municipales del país, que se cumplen incluso entre los ediles de Córdoba aún perteneciendo estos a Izquierda Unida.
Finalmente, aparte de en la Semana Santa, el rastro de un país que durante la mayor parte de su historia ha estado catolizado lo podemos apreciar en el calendario laboral. Donde las fiestas laicas de toda la nación se mezclan con las festividades católicas. De las diez fiestas nacionales elegibles seis son católicas (Epifanía, Viernes Santo, Día de la Asunción, Día de Todos los Santos, Inmaculada Concepción y Día de Navidad), y de las cuatro restantes una se catoliza, ya que a la Fiesta Nacional de España, en que se conmemora el Descubrimiento de América por parte de Cristóbal Colón, se le confunde con el Día de Nuestra Señora del Pilar. Además las Comunidades Autónomas también conmemoran como no laborables festividades religiosas: Día de San José, Jueves Santo, Lunes de Pascua, Día de San Jorge/Sant Jordi, San Juan/Sant Joan, Día de Sant Esteve,... Siendo aún más grave la tendencia actual que, en lugar de hacia un estado laico, se encamina hacia un estado multirreligioso, donde no se eliminan las fiestas de índole católica del calendario, sino que se agregan festividades musulmanas como la Fiesta del Cordero, ahora oficial en Ceuta y Melilla.
En España todavía no hemos aprendido aquella frase bíblica que reza “Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” (Mt. 22, 21), y se sigue mezclando estado y religión, quedando patente que nunca hemos dejado de ser, en palabras de Antonio Machado, “La España de charanga y pandereta, cerrado y sacristía, devota de Frascuelo y de María,...”.
Publicado por Txema Patiño en Los tes pies del gato